Ésto va a ser una especie de diario, dónde cuento cosas que me pasan. Este rincón es dónde me desahogaré, donde daré rienda larga a mi inspiración, y dejaré que mis sentimientos fluyan, para así poder librarme de ellos...
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Siete, éramos siete. Cada uno de nosotros hacía lo que quería, sin interferir en lo que hacían los demás. En una misma habitación, tres de ellos dormían. Los otros cuatro permanecíamos despiertos...
Bárbara y Luis mantenían relaciones sin importarle tener público (aunque la mitad estaba dormido). Daniel y yo yacíamos tumbados en un colchón que, horas antes, habíamos colocado en el suelo, entre las camas de Rubén y Luis. Comentábamos en voz baja los actos de Bárbara y Luis. A veces se nos escapaban risitas, a veces nos insultábamos, como solíamos hacer...
Dejé caer mi cabeza en la almohada y sentí su mano recorrer mi espalda. Suspiré. "Es una caricia inofensiva" Me dije intentando convencerme. En ese momento recordé a Fran... que estaba expulsado de la residencia. Fran y yo, habíamos comenzado a "liarnos" días antes, pero yo no estaba muy convencida. Era la primera vez que yo besé a un chico, y no me gustó mucho. Él era guapo, muy guapo, el príncipe azul que todas las princesas querrían tener. Alto, rubio, con unos ojos azules que me recordaban a los de Maxi Iglesias. Pero Fran tenía muchos defectos que no pasaron desapercibidos a mis ojos. Cambiaba constantenmente de humor, y siempre tenía ganas de sangre. Era muy violento y eso, sin duda, era un problema.
Mientras yo continuaba luchando en mi cabeza contra lo que estaba moralmente bien y lo que estaba mal, sentí la mano de Daniel entrando lentamente por mi pantalón, acariciando mis nalgas. Todo mi cuerpo sufrió un leve temblor, tal vez de miedo, tal vez de placer, nunca llegué a saberlo con seguridad. Me aparté un poco, indicándole que no debía seguir. Oí su respiración agitada por una sonrisa en mi oído mientras apartaba su mano y me abrazaba por la cintura. Le di la espalda y él pegó su cuerpo al mío, lo cual, agradecí, pues no teníamos manta, y su cálida piel calentó la mía.
Su mano se hizo paso entre mi camisa y me acarició el vientre con delicadeza. Nunca había visto a Daniel comportarse así conmigo, mas bien lo contrario, siempre nos estábamos peleando. Después me fui dando cuenta, que aquellas peleas eran nuestra forma de acercarnos más el uno al otro, de poder sentir nuestros cuerpos sin que nadie lo notara. Sus caricias ascendieron hasta llegar a mi sostén, y entonces sonó el móvil. Era su novia. La pobre llevaba toda la noche esperándolo, mandándole mensajes para que él subiera a la planta de las chicas, a su habitación. Miró el móvil con una mueca de desagrado y lo apagó. Yo aproveché el momento para ordenar mis ideas y me moví para que apartara la mano.
Nos llevamos toda la noche así, como en el juego del "tira y afloja". A veces volvíamos a comentar los actos que tenían lugar en la cama de al lado, que ya había parado de crujir bajo el movimiento de los dos cuerpos que se contoneaban sobre ella. Otras veces me insultaba, y yo le devolvía el insulto, momento que aprovechábamos para acercarnos más, pegados, cuerpo contra cuerpo. Era un juego de lo más excitante. Él tenía novia, y no le importaba. Yo tenía rollo, y tampoco me importaba.
Pensé en seguir jugando a ese divertido juego mientras pudiera. Ese juego de dos que compartíamos en secreto. Lo que yo no sabía entonces, es que a veces, la vida da giros, y los juegos cambian sus reglas...
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