Cada vez que me despierto, intento concienciarme de que no debo pensar en ti, pero mis sentimientos son más fuertes que mi mente. Deseo no mirarte a los ojos, no hablarte, no tocarte... pero en el momento en el que nuestros ojos cruzan sus caminos cuando nos encontramos en el pasillo, todo mi autocontrol se destruye y siento unas ganas inmensas de agarrarte de la mano y encerrarnos en la habitación hasta que nuestros cuerpos no puedan más. Porque cuando me acaricias, lo estropeas todo, me desconcentras, me enciendes y mi mente se desconecta, para dar rienda suelta a la lujuria que se apodera de nuestros ardientes cuerpos.

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